lunes, 14 de septiembre de 2009

CUENTO DE OTOÑO

ACRÍLICO SOBRE LIENZO:



Texto de mi hermana Consuelo Labrado:


Rubén vivía con sus padres y sus once hermanos en una pequeña cabaña, situada en medio de ninguna parte. Su padre salía al amanecer para ir a trabajar, mientras su madre se dedicaba a las labores de la casa , empezando por cocinar el pan a primera hora de la madrugada y atendiendo las necesidades de cada uno de sus hijos a lo largo de la jornada.
Cada miembro de la familia tenía una labor asignada, excepto los más pequeños y, Rubén, por ser el primogénito era el único al que su madre permitía adentrarse en el bosque en busca de bayas, moras o endrinas. en cierta ocasión, cuando las tardes empezaban a convertirse en noche antes de lo habitual, le recomendó que no se alejara mucho de la casa y que regresara antes de que empezara a anochecer.

-No te preocupes, hijo mío -le dijo- si no te da tiempo a llenar el cesto. Llévate a tu hermano Simeón para que vaya aprendiendo.

-Me hará perder el tiempo, mamá -protestó Rubén-

-Enséñale el bosque, cariño, para que cuando tengas que ir a trabajar con tu padre, tu hermano pueda realizar la labor que haces tú ahora y no te olvides de regresar antes de que caiga la noche.

Y, de ese modo, ambos hermanos, emprendieron el camino. Rubén iba indicando a Simeón los nombres de los diversos frutos silvestres que se encontraban a su paso haciendo hincapié en aquéllos que eran venenosos o, simplemente, incomestibles. En un momento determinado Rubén dejó a su hermano junto a un moral encargándole que recogiera todas las moras que pudiera mientras él iba a por setas. Enseguida vuelvo, no te muevas de aquí -insistió-.

Pero Rubén se entretuvo persiguiendo a una ardilla que bajaba y subía por los árboles para, a continuación, saltar de un árbol a otro desde las copas más altas y cuando quiso darse cuenta, descubrió que se había perdido. Había empezado a oscurecer y por más vueltas que daba intentando encontrar el lugar donde había dejado a su hermano cada paso que daba le resultaba infructuoso. Después de un rato que se le hizo interminable escuchó un llanto desolador que le sirvió de guía y ¡por fin encontró a Simeón!

Sin embargo, era incapaz de reconocer el entorno, envuelto, como estaba, en la más completa oscuridad. Consiguió tranquilizar a su hermano, a base de caricias y mimos, aunque no le resultó nada fácil.

Rubén se encontraba muy asustado pero tenía que demostrar un valor del que carecía en esos instantes. Simeón se quedó dormido en sus brazos y, con sumo cuidado lo depositó en el suelo; la noche se presentaba fría y decidió arrancar algunas hojas de los árboles con la intención de cobijar a su hermano pero aquéllas a las que tenía acceso, dada su escasa estatura, eran demasiado pequeñas para conseguir sus propósitos y se dispuso a trepar intentado alcanzar hojas y ramas más grandes; fue entonces cuando vió que el árbol derramaba un líquido pegajoso proveniente del lugar dónde él había arrancado una rama y lo interpretó cómo las lágrimas vertidas por el daño que, sin querer, había provocado.
Cesó en su intento de seguir trepando y cogiendo una de las hojas arrancadas intentó volverla a colocar en su sitio pero ¡era imposible! Se tumbó junto a su hermano intentando transmitirle calor mientras lloraba, en silencio, su infortunio. Fue entonces cuando los árboles comenzaron a agitarse sin que ningún viento los azotara.

Rubén se sobrecogió creyendo que se habían enojado con él y se echó a temblar temiendo algo terrible pero lo que ocurrió es que, infinidad de hojas que caían de los árboles como si de una lluvia se tratara, fueron cubriendo el suelo hasta que el lugar tomó la apariencia de un enorme colchón. Rubén cubrió a su hermano con aquel inesperado manto y se acomodó, de nuevo junto a él, en su afán protector. Durmió con gran placidez hasta que escuchó la voz de su padre y despertó a Simeón que, de inmediato salió al encuentro de su progenitor.

En el trayecto de regreso a casa, Rubén fue relatando lo acontecido y con una mirada que reflejaba tristeza añadió que le daba pena ver los árboles desnudos por su culpa y cuando su padre estaba a punto de responderle vió a su madre corriendo a su encuentro, exultante de felicidad y rompió a llorar al encontrarse entre sus brazos.

-¡No llores, cariño! ¡Ya estáis a salvo!

-¡Los árboles, mamá, los árboles! Se han desnudado por mí -repetía Rubén entre sollozos-

En aquél momento, su mamá dijo, al tiempo que le secaba las lágrimas con el delantal:

-La naturaleza es sabia y generosa, hijo mío, tenemos que cuidarla y respetarla porque nos proporciona cobijo, alimentos y bienestar. Tú no has tenido la culpa de nada y dentro de unos meses volverán a vestirse de gala con mayor frondosidad, flores y frutos para nuestro deleite. El Otoño este año se ha adelantado pero no por tu culpa sino gracias a ti. Es un cambio a mejor, no un final.

Desde aquel día, Rubén, cuando llega el otoño, piensa que en alguna parte las hojas caídas sirven de cobijo a alguien …




viernes, 15 de mayo de 2009

SAN JERÓNIMO -ÓLEO sobre LIENZO-


Si pinchais en las imágenes podréis verlas ampliadas.

viernes, 8 de mayo de 2009

TEATRO PRINCIPAL -BURGOS- Acuarela


Si queréis ver el cuadro ampliado pinchad en la foto

domingo, 19 de abril de 2009

LA NIEBLA



Fué aquella tarde en la que mis pasos me llevaron consciente o inconscientemente a a dentrarme por los caminos del paraje cercano a mi casa, hacía frío y, sin embargo el paseo me resultaba placentero. Mis pensamientos fueron, durante toda la tarde, mi única compañía. No sé cuánto tiempo estuve recorriendo el lugar -sin prisa pero sin pausa- y ... de pronto comenzó a caer la niebla, decidí que era el momento de regresar a casa y me dispuse a desandar lo andado pero en cuestión de minutos la niebla se hizo tana densa que cualquiera hubiera dicho que podía cortarse simplemente con hacer un movimiento de tijera con los dedos.



Me desorienté y durante unos instante me aturdió la idea de no reconocer el camino de regreso, sin embargo, seguí caminando aún sin tener la certeza de que iba por el camino correcto. Tardé más de cuatro horas en orientarme y durante ese tiempo hablé largo y tendido con mi mejor amigo -que soy yo- como nunca lo había hecho y curiosamente ...
¡Me descubrí entre la espesa niebla!



Aquel día no fuí muy lejos aunque dí muchas vueltas a mi alrededor, hice un viaje a mi interior que me aclaró muchas cosas y comprendí que la mayoría de las veces nos distraemos con el entorno y nos olvidamos de nosotros mismos...

Puedo decir sin temor a equivocarme que me encontré en medio de una espesa NIEBLA.





ÓLEOS sobre lienzo

Texto de mi hermana Consuelo

Si deseais ver las imágenes ampliadas no tenéis más que pinchar en las mismas








miércoles, 25 de marzo de 2009

PROYECCIÓN DE VIDA


ESTE CUADRO ES UN HOMENAJE A TODAS LAS MADRES EN GENERAL Y A LA MÍA EN PARTICULAR

sábado, 10 de enero de 2009

TRISTEZA



Ya no me dueles ¡ya ves!

ya no me dueles ¡tristeza!

y si me paro a pensar

no debiste ser ni esencia

porque no tuve motivos

ni para saber qué eras;

sólo sé que no reía

un día de un mes cualquiera ...

que aquel día la alegría

no me otorgó su presencia

y, desde entonces ¡tristeza!

tú has sido mi compañera.


Bastó un día de descuido

y un musitar una queja

para que, a partir de entonces

mi risa sea una mueca

y mi vida tenga un hueco

donde anida la quimera;

yo no cambié por placer

mi alegría por tristeza

es que hay vacíos que, a veces,

con cualquier cosa se llenan.
Poema escrito por mi hermana Consuelo perteneciente a su libro "El Mar de mi Esencia"